Y ya ha pasado un año de aquel gran día que fue nuestra boda de invierno, quien nos iba a decir a nosotros que un 22 de Diciembre nos íbamos a casar. Que seria el día más soleado de todo el invierno y que estaríamos rodeados de todos aquellos amigos y familiares que más queremos.
Normalmente cuando decides casarte todo va rodado, vas a un año vista, lo anuncias con toda la alegría y ilusión que conlleva ese momento.
No eres consciente de que de un día para el otro los planes se te pueden ir al garete por muy planeado que lo tengas todo. ¡Y no, no tuvimos novio a la fuga!
Nosotros nos teníamos que casar un 7 de Julio (si, San Fermín!) lo teníamos todo, la masía perfecta, el plan perfecto para un banquete de ensueño en el aire libre, fiesta, piscina y un sin fin más de actividades que duraban todo el fin de semana. Lo que no tenia planeado era que detectaran cáncer a mi padre.
Me imaginaba que 2018 tenia que ser el año más bonito del mundo, y empezó siendo el peor de mi vida. No quise seguir con la boda en esta situación, no tenía nada a celebrar, así que muy a mi pesar cancelamos la boda de mis sueños.
Pero no, no todo fue tan triste a mitad de año a mi padre le dieron la mejor noticia del mundo, el cáncer había desaparecido como por arte de magia. Dejamos unos meses de rigor y el becario (bendito becario!) decidió que nos teníamos que casar el 22 de Diciembre. ¿Una boda de invierno? ¿Por qué no? de hecho es mi época preferida del año así que me pareció una gran idea. Tuvimos que empezar de 0 y organizar una boda en tres meses.
Nos habíamos propuesto acabar el año de la mejor manera y celebrarlo con todas las personas más importantes en nuestra vida, y os aseguro que lo pudimos hacer posible. Seguramente no llegamos a tener todo lo que me hubiera gustado, a lo mejor hubiera cambiado cosas o hubiera puesto más detalles y decoración, pero sinceramente lo único en lo que pensamos fue en que estuviéramos todos juntos.
Teníamos algo claro, Sara (Sara Cuadrado) y Guille (El Ramo Volador) no podían faltar en nuestro gran día, no había opción, tenían que tener el día libre, así que cuando los llamamos para contarles la noticia y comprobar que tenían la fecha libre para nosotros, nos pusimos a saltar a modo heidi de emoción! (literalmente). ¿Y la boda? ¿Dónde hacemos la boda? Se nos apareció el Molí de l’Escala de repente y madre mía! no podemos estar más felices y contentos por su gran trabajo, como de bien se come allí!!
No os podría decir cual fue mi parte favorita de la boda, todo el día fue de ensueño. La experiencia de irnos todos juntos el fin de semana fue una verdadera pasada, y levantarnos al día siguiente de la boda y poder desayunar recordando todos los grandes momentos, fue increíble.
Eso si, sin ellos esta boda de invierno no hubiera sido posible, gracias a:
Sara y Guille de El Ramo Volador , por hacernos las fotos más bonitas del mundo.
Molí de l’Escala, por acogernos en su hotel todo el fin de semana y dejar a todos los invitados alucinando con su gran gastronomía.
Berta y Uri a cargo del súper vídeo.
Iván encargado de hacer mover el esqueleto a todos los invitados con la música.
La Duda Ofender por cantar tan y tan bien y hacer pasar un muy buen rato a todo el mundo.
El Fotomatoncito un éxito asegurado allí donde va
Flors Santa Clara por hacerme el ramo tan precioso
Laura por ponerme guapa aquel maravilloso día.
Gracias a todos por formar parte de un día tan especial, gracias por ayudarnos a que fuera el mejor día de nuestras vidas, gracias por estar siempre a nuestro lado.
Y mil gracias más a mis padres por enseñarme el valor más importante de la vida.
22 de Diciembre del 2018
Un abrazo!!
Ariadna – El taller de nice day